miércoles, 19 de diciembre de 2007

El ocaso del mestizo. Un artículo de Antonio Zapata.


El siguiente es un interesante punto de vista sobre el retroceso histórico de una forma de concebir la unidad nacional peruana: el proyecto ideológico criollo hispano. El artículo siguiente postula el ocaso del mestizo como prototipo, como modelo normal, de ciudadano peruano.
El proyecto de nation building que se lleva a cabo en Perú, desde el período de la conquista, es el proyecto criollo hispano. Este proyecto busca la asimilación de los grupos etnico nacionales diferentes al modelo occidental "blanco", persigue convertir a todos los ciudanos peruanos, por la persuación o por la fuerza, en un solo grupo etnico nacional calcado de Occidente y de la "criollidad" de las clases dominantes limeñas. Con este fin se persiguen los idiomas peruanos autóctonos diferentes al castellano, se prohibe el derecho realmente existente en las comunidades campesinas y nativas, se prohiben las expresiones religiosas andinas, se busca la desposesión legal de las tierras de las comunidades indígenas y nativas, etc.
No se trata de que haya por fin fenecido este concepto racista criollo-hispano de construcción nacional en el Perú, sino que solamente estaría en su ocaso, en su atardecer.
Lo que las ciencias sociales, y por supuesto las ciencias jurídicas, tienen que comprender es que tienen ante sí un gran reto: hacer que el proyecto excluyente y racista criollo hispano entre por fin en su noche definitiva, que sea recluido en los museos junto con la rueca y la macana, para dar lugar a proyectos multiculturales democráticos de construcción nacional. Las ciencias sociales han fundamentado solidamente la teoria de una democracia y una ciudadanía multicultural, es a las ciencias jurídicas a las que les falta tomar esta fundamentación multicultural y traducirla en propuestas de cambios jurídicos (y legales). Es fundamental avanzar hacia un nuevo contrato social multicultural, hacia un neoconstitucionalismo multicultural.

Aqui va el artículo:


El ocaso del mestizo
Antonio Zapata.
La República. Miércoles, 19 de Diciembre 2007

Luego de la derrota en la Guerra del Pacífico, surgió la pregunta por la naturaleza y composición étnica del país. Cuando el invasor nos había tenido del cuello, los últimos en defender la bandera del Perú habían sido los indios. Su papel no podía ser ignorado. Comenzando el siglo XX, un escritor de origen aristócrata, José de la Riva Agüero, asumió el peso de lo indio en el país y clamó por acelerar el mestizaje. Según su parecer, el cuerpo y el músculo del Perú eran indios y el alma debía ser occidental. Así apareció el mestizo como ideal. A partir de entonces, se generó un debate entre indigenistas e hispanistas para definir las cuotas de cada componente en ese mestizo del futuro. Obviamente no faltaron extremistas que sostuvieron que el Perú sólo tenía una herencia y negando la otra quisieron que el país se asuma como completamente occidental o absolutamente indio. Eran épocas organicistas, las naciones eran analizadas como si fueran personas.

En ese entonces se pensaba que lo heterogéneo y diverso alimentaba la fragmentación del Perú. Primaba el concepto de que sólo lo homogéneo era armónico y capaz de desarrollo. En este discurso, la diversidad étnica y cultural del Perú impedía la integración. En contraposición, el mestizo resolvería la ausencia de unidad nacional. El mestizo sería la mezcla de todas las sangres. Avanzando el siglo XX, apareció el concepto del cholo. Prendió la idea de que había países, como México por ejemplo, donde todos eran cholos. Tanto los de arriba como los de abajo. Esos países transitaban por procesos de desarrollo que al Perú le costaba emprender, precisamente por no haber logrado crear una tradición propia producto de la aleación de las originarias. La ausencia del mestizo era el problema. No se volvía dominante y aún sobrevivían tanto una elite blanca y segregadora como una mayoría india, poco integrada al mercado y a la ciudadanía. No había fusión.

Durante los sesenta y setenta primó el análisis de clase y fueron desapareciendo los antiguos acercamientos basados en lo étnico. Pero igual continuaba la segregación social. Comenzando los ochenta, el país se sumergió en la guerra interna desatada por Sendero Luminoso. Ante el baño de sangre aparecieron nuevas evidencias. Ellas eran tan contundentes como habían sido las consecuencias de la Guerra del Pacífico. Durante los años de Sendero, la mayoría de víctimas eran pobladores de medios rurales, que vivían en la sierra, quechuahablantes y jóvenes. Eran los mismos que habían combatido en La Breña acompañando al Brujo de los Andes. Tanto tiempo buscando al mestizo y nuevamente eran los indios los protagonistas de los dramas nacionales. Desde el siglo XVI en adelante y no obstante la modernidad que ha acompañado al siglo XX, el indio es la carne de cañón de las guerras peruanas.
En ese momento llegó un nuevo planteamiento que valora la diversidad y pondera el camino pluriétnico. Empezamos a apreciar lo mismo que ayer nos parecía una gran dificultad: la heterogeneidad. Ahora, tanto la diversidad genética como la étnica y cultural son concebidas como grandes ventajas comparativas del país. Se ha abandonado al mestizo y apreciamos la conservación de las tradiciones distintas. Ya no se aspira a la fusión.

Este nuevo discurso soporta dos actitudes. Una democrática, pero otra profundamente racista. En efecto, la nueva perspectiva puede leerse como tolerancia frente a los demás y curiosidad para aprender entre todos. Pero, también puede significar cada uno en su sitio, nadie cruza fronteras y reina la marginación. Un balneario como Asia es perfectamente compatible con la idea postmoderna de la diversidad. Ellos allá y nosotros aquí. El Perú sigue siendo ancho y ajeno. En contraste, la vieja idea del mestizo directamente era democrática, aspiraba a un todo orgánico e integrado. Así, en nuestros días, el reto de la diversidad es elevado. Para que funcione un país sobre esta nueva base se requiere tanto tolerancia como interés mutuo. Porque se trata de construir una unidad, una nación peruana que abriéndose al futuro se libere de la opresiva tradición de segregación interna.