Pável H. ValerBellota
A la memoria de Beto Chahuayllo, Exaltación Huamaní, Alberto Cárdenas y Camilo Catrillanca
Waynaruna, Qeros Foto: Hanna Rae, Facebook |
En
el Cusco, ciudad ‘ombligo’ de Nuestra América, en la primera mitad de siglo XX,
se produjo una efervescencia intelectual cuyo producto más importante fue el
indigenismo. Uno de los protagonistas más sobresalientes de este debate fue
Uriel García, quien en los años 30 pronosticó que las identidades culturales genuinas
se fundirían, sin perder su esencia autóctona, con los mejores aportes de la
América contemporánea para producir un nuevo
indio[1].
Y
ese presagio parece estarse cumpliendo. Hoy, el ciudadano se convierte en el nuevo
indio. Es en la ciudadanía plena,
en la afirmación de la igualdad de derechos para todos, en el reconocimiento de
la diferencia del origen nacional del indígena, y en la nueva distribución
descentralista del poder político, que se realiza el ideal de la emancipación
de los pueblos originarios del Continente.
El indígena se transforma en nuevo indio
mediante la acción y la participación políticas. Cuando el segmento autóctono toma
conciencia de su potencial, fortalecido por las nuevas narrativas descolonizadoras
y emancipadoras americanas, desarrolla su obra política y comienza su camino a
la superación de su condición de subordinado. En el engarzamiento del indígena
en los procesos de descolonización y emancipación americanos, surge el nuevo
indio.
¿Qué significa redimir al indio, es
decir qué contenido debe tener la liberación del indio de su obligación de ser
el sostén económico del Perú y de otros Estados americanos. Cómo librarlo de
ser quien aporta la mano de obra que cincela el progreso de las ciudades a
cambio de su alma cultural, de su condición de subalterno frente a los señores,
de ser el segmento social que pone los muertos en las guerras de la historia y
en las protestas sociales de hoy. Qué significa liberarle de su dolor, de su
situación penosa de ser el aculturado, el “cholo”, el que está condenado a
aprender con la verdadera educación la correcta palabra, el que asimila la
cultura “delicada” de los vencedores y abandona la suya propia?
Uriel García, en su célebre libro “El Nuevo Indio” (1930) plantea que, en
buena cuenta, esta liberación consiste en elevar al indio a la altura de la
conciencia americana del presente. Fortalecer la simplicidad de su alma, desde
la grandeza de su tradición y su cultura, acrecentándola, con la riqueza
espiritual de hoy. El indígena debe dotarse de una nueva conciencia americana,
fortalecer su tradición fecunda para hacerla más grande y renovarla, sin
permanecer únicamente en el pasado.[2]
Esta obra literaria (“El Nuevo
Indio”) es especialmente valiosa cuando plantea que el indígena tiene aptitud
para su propia redención, que consiste en un proceso personal, interno,
individual y también un proceso colectivo. En este paso encarnará las ideas
nuevas americanas y resurgirá por su propio impulso. En palabras de U. García: “Cuando el indio sea realmente nuevo indio
tendrá aptitud redentora, es decir, cuando sea un hombre distinto al que es. Y
solo entonces producirá sus guías verdaderos y el ‘problema del indio’ será,
así para la masa como para las generaciones jóvenes urgidas de solucionarlo, un
estado de rebelión o no será nada” (p.119).
Continúa este autor manifestando que
la cultura de América que liquide los rezagos tradicionales, y haga avanzar el
espíritu neoindiano, será fruto de una rebelión interior como de una rebelión
contra las fuerzas externas que mantienen el pasado. Se debe resolver no solo
el problema para el indio sino de encontrar solución para todo el nuevo indio: “Crear nuevos indios totales”.
Portada Primera Edición de El Nuevo Indio Foto: Biblioteca Municipal del Cusco |
La redención del indio no es solo la
lucha contra el gamonalismo y la expropiación, sino también contra el
centralismo como forma de distribución geográfica del poder. Luchar contra el
caciquismo constitucional del centralismo es imprescindible para lograr la
redención del indio. El regionalismo es voluntad indiana de creación nacional,
es la lucha del indígena contra la urbe europeizante. El regionalismo es una
fuerza defensiva de la historia peruana. Los impulsos de cada zona histórica
deben ser incrementados y ser dotados de autonomía. “La aldea, la provincia y la ciudad cada cual que cumpla su papel, como
así lo mandan los Andes formidables”[3]
Las
ideas de Uriel García encajan perfectamente con las percepciones del indianismo
contemporáneo, como movimiento postcolonial. Son ideas muy adelantadas para su
tiempo y además acertadas: se ha hecho patente que, a partir de las dos últimas
décadas del siglo XX, el indigenismo ha tomado la forma de un movimiento social
que se sustenta en una especie de nacionalismo contrahegemónico —contestatario
y crítico del modelo económico y político— propio de sociedades (étnicas)
subestatales.
De
esta manera, el indigenismo ha recobrado una de sus formas originales
principales de ideología vertebradora de la acción política de colectivos que
se proclaman indígenas, autóctonos y superadores de la condición colonial.
Estos grupos contrahegemónicos se convierten crecientemente en actores públicos
que devuelven y contestan la construcción nacional de las estructuras y modelos
tradicionales de los Estados, y desarrollan, a su vez, su propio discurso
nacional. El resurgimiento de los pueblos indígenas, como importantes actores
políticos, ha impulsado el surgimiento crítico de herramientas teóricas
posmodernas que buscan interpretar más precisamente el fenómeno del
indigenismo, ya no solo como un fenómeno artístico o estético, sino
fundamentalmente como un hecho político que transforma el escenario tradicional
del Estado.[4]
Los
Estados democráticos deben responder apropiadamente a las demandas sociales del
proceso social de regreso de las
culturas, de la creación de nuevos indios totales, de una nueva ciudadanía neoindiana. Como parte de esa respuesta deben acomodar
y reformar sus instituciones, su modelo político, de manera que dé respuestas
democráticas adecuadas a los procesos culturales contemporáneos. Los procesos
sociales de organización indígena; la igualdad, la diversidad, la ciudadanía
multicultural[5]
y, en general, las reivindicaciones de la cultura[6]; así como la asunción de
nuevos paradigmas políticos y jurídicos que proponen modelos constitucionales
emancipatorios democráticos, plantean un nuevo escenario para el
constitucionalismo y para todo el Derecho Público en general.
[1] GARCÍA O.,
José Uriel (Reimpresión 1973): El nuevo indio; (Primera
Ed.1930); Ed. Universo, Lima.
[2] Uriel García plantea una ruptura con la tradición del indio antiguo, una
renovación profunda de su ser material e intelectual. Propone la superación del “agrarismo” y la apertura de su actividad hacia
todos los campos económicos, sociales y políticos contemporáneos.
[4] VALER BELLOTA, Pavel (2011).
“Movimiento social e indigenismo político aymara. Descentralización y proyecto
de Estado multinacional”. En Revista
Argumentos, Instituto de Estudios Peruanos, año 5, n.° 5.
[6] BENHABIB,
Seyla. (2002). The claims of culture:
Equality and diversity in the global era. Princeton University Press.
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