San Jerónimo de Oma (o Poma) lo llamaron quienes decidieron ‘organizarlo’ obedeciendo quizá la primera gran política centralista de Estado contenida en Las Ordenanzas sobre las Reducciones de Indios de un por entonces virrey llamado Francisco de Toledo.
Aún cuando en los ayllus (las comunidades campesinas de entonces) se vivía bien y se habían alcanzado niveles de desarrollo humano que harían sonrojar por minimalistas a los planificadores del PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), los pukakunka foráneos ordenaron irremediablemente destruirlos, dictaminando legalmente su fin mediante el agrupamiento forzoso –la reducción– de sus habitantes en pueblos similares a los ibéricos, ya que –como decía el mismo virrey Toledo en un memorial dirigido al rey de España en 1573– en los ayllus dispersos “los indios no podían ser catequizados, doctrinados [...], ni vivir en policía civil mientras estuvieran poblados como estaban en las punas, guaycos y quebradas y en los montes y cerros donde estaban repartidos y escondidos por huir del trato [...] y porque en ellos iban conservando la idolatría”. De esta manera, como distinguido pueblo de indios, habría nacido San Jerónimo a finales del siglo XVI, del feroz intento de acabar con la resistencia que los ayllus circundantes al Cusco presentaban ante la opresión y el intento de exterminio de la ocupante Corona Española.
Eminente, ilustre, insigne son palabras superiores, pero no encuentro otra manera de expresar el enorme trabajo que debió haber costado la resistencia y continuidad de los ayllus que conformaron San Jerónimo. Esta resistencia habría sido parte del camino de obstinación que señaló Chanan Quricoca, de la heroicidad de los Inkas de Vilcabamba, y la insurrección de Tupa Amaro. La continuidad de las hazañas de estos ayllus puede notarse, más allá del idioma y de ese lugar de la cultura que es el sentimiento de amor a lo que nos es propio, en las mismas casas del pueblo, en su arquitectura.
La disposición cuadrangular de las vías de este pueblo -afín a las vías que exceden la Judería Sevillana, el orden urbano cordobés o el diseño rectilíneo del Barri Gotic y el Eixample barcelonés- habría sido inspirado en lo más adelantado del esquema europeo de la época. Aunque también podría haber sido el repaso del diseño inventado y puesto en práctica, hace ya entones centenares de años, en las ciudades Wari como la tecnológicamente adelantada Pikillacta. Sea cual fuere esa inspiración, los albañiles que levantaron San Jerónimo lo hicieron sobre una fina idea de simétrica andina inspirada en la tremendamente desarrollada arquitectura Inka cusqueña.
Las agraciadas y armoniosas casas de adobe que se erigieron siguiendo esos proporcionados estándares Inkas, que sirvieron, resistiendo durante siglos, para abrigar la vida de los ayllus de San Jerónimo, deben, sin embargo, enfrentarse ahora a otros bisturís, espadas y nuevos extirpadores de idolatrías arquitectónicas. Al igual que el idioma quechua, el diseño indio de las nobles casas de San Jerónimo debe desafiar diariamente a quienes equivocadamente tratan de erradicarlo, para mudar en su lugar armatostes de inelegante factura, en la equivocada creencia de que poniendo cemento, hierro corrugado y ladrillo, de cualquier manera y sin respetar la armonía arquitectónica del entorno diseñado en medio de ese proceso de resistencia y continuidad, dan muestras de progreso y modernidad, cuando estas características tan positivas si se manejan adecuadamente, no tienen por qué estar peleadas con el buen gusto y el respeto al patrimonio cultural que debe conservase en cualquier pueblo distinguido, antiguo y de tradición añeja como es San Jerónimo, más aún cuando ha sido declarado oficialmente patrimonio cultural de la nación.
Le ha surgido un adversario muy grande a la arquitectura de aquel municipio. Se trata de una mezcla explosiva de crecimiento de población, auge de nuevas construcciones ‘modernas’, falta de planificación y el descuido del patrimonio cultural. San Jerónimo ha más que triplicado su población en los últimos treinta años. Varias decenas de miles de personas han decidido habitar en las nuevas urbanizaciones que se construyen sin ninguna planificación alrededor y a veces en el mismo pueblo, esto ha dado lugar al tráfico de terrenos, la necesidad de nuevos servicios, la explosión del transporte público, y otros males de la urbanización descontrolada.
La implantación del mercado mayorista de Vinocanchón, que ha desplazado a los productores locales aledaños y que amenaza con rebalsar convirtiendo sus alrededores en un foco de desorden insalubre, si es que no se gestiona adecuadamente, es una muestra de aquello. Otro ejemplo muy lamentable es la destrucción de bellos parajes naturales propios de la región en los cuales, muchas veces, habían vestigios –cuando no bellos muros y andenerías Inkas de la enorme infraestructura agraria con la que fue dotada la zona- que han sido miserablemente degradados o destruidos, como en la enorme edificación que se ha hecho sobre los antiquísimos andenes (de la zona noreste) de Pata-Pata desfigurando para siempre la armonía que existía en ese lugar.
Conozco los grandes esfuerzos y la importante inversión que hace el INC del Cusco para la preservación del patrimonio cultural, especialmente en recintos religiosos católicos y en el centro histórico; pero estos esfuerzos están descuidando –tal vez de manera no deliberada– la preservación del patrimonio arquitectónico laico de pueblos circundantes al Cusco. Esta desatención está dando lugar a que estén brotando, infecciosamente para las casas que conservan rasgos arquitectónicos de inspiración Inka, edificaciones que riñen con la conservación del patrimonio cultural de la nación inclusive en la plaza de armas de San Jerónimo. En la avenida principal -Pata Ñan- muchas bellas construcciones tradicionales han sido reemplazadas por vulgares gasolineras (como la casita que había en la esquina de Polibio Umpire) o por mediocres edificios de cemento –en lugar del noble adobe– con fachadas de ataúd que reemplazan balcones tradicionales o las ventanas, e improvisadas azoteas que imitan a las chabolas –o pueblos jóvenes- limeños en lugar de los distinguidos techos de tejas rojas andinos.
Existe el gran desafío de lograr la atención y mejorar la capacidad de las instituciones que tienen responsabilidad en el cuidado del patrimonio cultural, la planificación del territorio, y la preservación de la naturaleza. Municipalidad, INC, Gobierno Regional, INRENA, y otros organismos estatales tienen la obligación de planificar, gestionar el crecimiento demográfico, crear y manejar adecuadamente un plan de ordenación del espacio para determinar qué parcialidades pueden o no deben ser urbanizadas, de manera que no se rompa el equilibrio ecológico, que se preserve el patrimonio cultural, y que se den nuevas oportunidades para el desarrollo sostenible de los ciudadanos de los pueblos como San Jerónimo. Hace falta un plan que descentralice y coordine los esfuerzos de las instituciones del Estado y los conjugue con las necesidades de inversión económica de los empresarios que se dedican a la construcción.
Hay que reconocer el trabajo que han hecho los esforzados alcaldes de San Jerónimo -como Policarpo Ccorimanya y actualmente Adolfo Zuniga- bregando por conseguir presupuestos, vencer a la burocracia y la falta de cuadros profesionales. Una ayudita de las instituciones especializadas en preservación del patrimonio cultural y natural, y la promoción del turismo, no le vendría nada mal.
La experiencia ha enseñado que la destrucción del patrimonio degrada el entorno y perjudica los bolsillos de sus habitantes. En algún pueblo cercano se ha visto que, espoleados por la aparición indiscriminada de cantinas y negocios de mala muerte que han atraído el desorden y la fechoría, el precio de los inmuebles ha disminuido perjudicando gravemente la economía de sus propietarios. El daño que se hace al descuidar el patrimonio reviste más gravedad ahora que se anuncia que el turismo al Cusco puede alcanzar más del millón de visitantes este año.
¿No son los pueblos aledaños al Cusco un atractivo turístico, no pueden acaso beneficiarse sus pobladores, directamente, de los ingresos del turismo? Los runas, indios mestizos, llaqtataytas y señoras ciudadanos de San Jerónimo pueden y deben también disfrutar del caudal de riqueza que trae el turismo. Yo creo que sí es posible agrandar la oferta turística a poblaciones como San Jerónimo, en la medida que se preserven intactos los legados de esos delicados ayllurunakuna que los fundaron, organizaron, que resisten y continúan existiendo.
Bilbao, noviembre de 2007
2 comentarios:
En gran parte de su articulo estoy de acuerdo, pero dejeme decirle que el señor Policarpo Ccorimanya -si no lo sabe usted- al parecer tambien ayuda o ayudó en su debido momento a la destrucción del patrimonio cultural del distrito - vease caso rinconada y la arapa- teniendo a la fecha diversas denuncias ante el INC junto con el señor Ballenas entre otros seudo dirigentes del distrito, que de seguro usted debe de tener conocimiento.
Por otro lado, el distrito de San Jeronimo tiene un gran potencial turistico, lamentablemente son las autoridades y en cierta parte la misma población no hacen nada por resaltar sus atributos y darlos a conocer. Cabe decir que la fiesta de San Jeronimo sirve y podría servir como un gran foco de turismo, el cual, no es aprovechado ya que no se la toma en cuenta de forma comercial. Asimismo la poblacion y sus autoridades no toman conciencia de cuidado de los restos arquelogicos que se encuentran en el distrito, el cual pueden servir para promover el turismo y ser una gran alternativa de ingresos de la comuna para hacer obras.
saludos
San Jerónimo es un pueblo grande (o una ciudad pequeña, mejor) situada a unos diez km. de Cusco (Perú, el grán centro de atracción turística del Perú. Sin embargo recibe poquísimos turistas al año (excepto en su fiesta patronal el 29 de Sept.)
Algunas personas pensamos que debe promoverse adecuadamente el turismo a las periferias de Cusco, para hacer que sus poblaciones se beneficien de este rubro económico en auge. Pero para esto deben llevarse a cabo un estudio serio -y políticas públicas- que impliquen un turismo sostenible y responsable, y pos rupuesto que implique la protección del patrimonio cultural y natural de la zona.
la clave para elo debe tener dos componente al menos: la protección del patrimonio cultural (en sentido amplio) y el turismo sostenible (que principalmente piense que San Jerónimo debe ser un lugar para sus ciudadanos)
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