UNSACC, ciudad universitaria de Perayoq. FOTO: Diario del Cusco |
Desde los años 80 el Estado peruano
se enfrentó a una de sus peores crisis, en los años 90 parecía que se vendría
abajo y, espoleado por la necesidad de salvarse a toda costa, optó por una
reestructuración neoliberal.
A mediados de los años setenta y
ochenta del siglo XX una vieja forma de entender la economía y la sociedad, que
se había archivado en los anaqueles de lo arcaico de las universidades norteamericanas
y japonesas, se maquilló de propuesta lozana. Transformada en
neoliberalismo abrió sus alas con fuerzas contenidas durante decenios y propuso
despedazar, con su puesta en práctica, los avances más preciados del Estado
Social por los que hasta entonces había bregado la humanidad. La globalización
en su forma neoliberal amenaza desde entonces con estrellar definitivamente su
arpón de fuego en la Universidad Pública.
La propuesta neoliberal busca que la
sociedad y el Estado -que somos todos, al final de cuentas- deben estar al
servicio únicamente de la economía de algunos. Los primigenios pensadores
liberales se imaginaron que la economía prosperaría en beneficio del conjunto
de ciudadanos, mediando la ley de la oferta y la demanda, si se evitaba una
interferencia pública excesiva y la dominación de los monopolios. En cambio, la
reestructuración neoliberal ha eliminado todo rastro de intervención del Estado
y, a diferencia del seminal imaginario liberal, ha entregado la economía a
grandes empresas monopólicas.
Así, se ha instaurado un dogmatismo de mercado que ha impuesto sus recetas incontestables,
entre ellas la privatización de todo lo que sea público, porque
considera que absolutamente todo lo público –incluso el Estado y la
Universidad– es ineficiente.
La restructuración neoliberal del
Estado de los años 90 propició la expansión de la inversión privada en la
educación superior y el reforzamiento del modelo de la “universidad-empresa”[1].
En este prototipo universitario el conocimiento es reemplazado por la
diligencia sencillamente crematística subordinada a los intereses del mercado,
la ciencia es relevada por el llamado “saber capitalizable” para el que
interesa la actividad académica únicamente si da rédito económico inmediato.
Mientras tanto, la universidad pública, que debió haber jugado un papel
importante en la democratización, fue abandonada a su suerte.
La falta de un proyecto
universitario coherente en las universidades públicas fue agravado por la huida
de la actividad y la reflexión política de sus claustros. Al
periodo de alta politización y radicalización de los años 70-80 le siguió un
periodo en el que surgieron nuevos grupos de poder que, abjurando de las
ideologías modernas, sin un programa ni una visión clara, abandonaron los
proyectos de una universidad pública y a lo más en la actualidad siguen
imitando, de muy mala manera, los ejemplos de gestión de la “universidad-empresa”.
Con ella se hacen comunes en la universidad pública la baja
calidad académica, la ineficiencia administrativa, la inestabilidad
institucional y la pérdida de contacto con la sociedad por la pugna a su
interior de intereses mezquinos.[2]
La UNSAAC actual es legataria de ese
coctel dañino y hasta hoy lo toma, intonsa. La globalización hegemónica, la
despolitización, el abandono de una visión universitaria a largo plazo, la
imitación mediocre y tarambana del modelo de la “universidad empresa”, el
accionar de grupos a su interior sin más interés que su propio beneficio y la
falta de respuestas coherentes a esa globalización se conjugan y, de manera
perversa, buscan con su actuación la liquidación de la promesa de una
universidad pública de calidad que esté al servicio de los intereses de la
sociedad regional cusqueña.
Sin embargo, ese proceso pernicioso
no es invencible, al contrario, sus elementos pueden ser contrarrestados con la
recuperación del debate político democrático en el claustro y con el abandono
de propuestas mediocres sobre la universidad. Pero sobretodo creando una
cultura y una logística universitaria que privilegie la creación de ciencia, la
investigación y la enseñanza de calidad, que pondere –sobre cualquier
compadrazgo o vinculación política– el esfuerzo académico de sus miembros. El
proceso destructivo de la universidad debe ser enfrentado con la propuesta
de reconstrucción de una Universidad del siglo XXI, desechando, a
su vez, la parroquialidad académica y los gravámenes perniciosos de la
globalización hegemónica.
El proceso de globalización ha
colocado a la UNSAAC en una posición que puede aprovechar o por la que puede
ser aplastada. Por un lado, ha dado posibilidades reales a la Universidad de
beneficiarse del desarrollo de las tecnologías de comunicación global, ha
abierto verdaderas posibilidades de que instituciones educativas de diversos
lugares del mundo puedan establecer relaciones cercanas de intercambio de
experiencias de investigación y desarrollo. Cada vez es más posible y común que
las universidades del sur intercambien recursos y experiencia con universidades
de países con una amplia cultura de investigación.
Por otro lado, este proceso de
globalización también puede terminar por acabar con la Universidad. Bajo la
lógica de la globalización neoliberal las grandes empresas transnacionales y
los organismos globales, que ordenan el intercambio económico internacional,
promueven una suerte de ciencia oficial, un nuevo credo económico que pretende
insertarse en toda la sociedad. Este hecho puede convertir a la Universidad (y
de hecho ya está sucediendo) en una maquinaria de promoción, divulgación y
aplicación acrítica de esta pretendida única ciencia oficial neoliberal.
La respuesta adecuada frente a la
forma hegemónica de la globalización de los poderosos es recuperar y fortalecer
la Universidad Pública mirando a las necesidades de nuestros pueblos,
observando el mundo para tomar de él lo que sirva a nuestra emancipación,
construyendo una universidad democrática, de gran calidad, en la que se abran
mil flores y florezcan mil ideas.
[1] CADAVID G., Teresa E; “Sobre la universidad-empresa”, en Revista Iberoamericana de Educación, Nº 50; Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI); Noviembre de 2009.
[2]“Los peruanos de pocos recursos reciben una educación de baja calidad en estos centros, y aquellos que más poseen acceden a una mejor formación en algunas instituciones privadas.” LERNER FEBRES, Salomón; “La universidad: crisis y alternativas”, en La República, Lima 27/02/2011.
1 comentario:
Los valiosos comentarios del Dr. R. Resek dan más ánimos para seguir escribiendo y posteando en el blog DERECHO y CULTURA. Muchas gracias por leernos. Es muy interesante también el blog del estudio jurídico Romero Resek y Yauni: http://www.estudioresek.com.ar/blog/
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