sábado, 10 de agosto de 2013

La antropología, la política, el indigenismo, de esos soñadores provincianos

Foto: "The look of wisdom"
Felipe Rojas
Las representaciones de las ideologías políticas modernas más trascendentes del Perú surgieron de Cusco, entre finales de 1800 y las primeras décadas de 1900. Parte importante de las políticas públicas del siglo XX fueron sugeridas por -y tuvieron que lidiar con- los temas que formularon y develaron aquellas tendencias imaginativas: la composición multicultural de la sociedad, el ‘problema’ indígena, la formación de la ‘nación peruana’, el reconocimiento de la identidad cultural y la construcción descentralista del Estado.
Entre ellas el planteamiento del ‘indigenismo’ -ideología que manó del Cusco en los primeros años del siglo XX- tuvo gran influencia. Buena parte de las investigaciones sobre la cultura y la política en Perú fueron posibles gracias a su potencial, que orientaba la visión del investigador hacia la realidad regional y a la interpelación al orden social local y nacional: hablar del indio era hablar a cerca de las estructuras del poder.
En esta ciudad -de alrededor de dieciocho mil habitantes entonces- las publicaciones sobre ciencias sociales y jurídicas proliferaron entre 1890 y 1960. 'El Debate Judicial' (1897) y la 'Revista del Derecho' (1915) fueron editadas por el Colegio de Abogados.[1] Desde 1948 la 'Revista de la Facultad de Derecho' alcanzó varios números, con un contenido socio-jurídico que ejerció influencia a nivel estatal y se distribuyó a muchas universidades latinoamericanas. Varios artículos sobre el hecho indígena y su relevancia fueron publicados en ella y en la Revista Universitaria (que en 2012 ha cumplido cien años).
Sin embargo, con el paso de los años las investigaciones fueron escaseando y abandonando la inspiración ‘nacional’ que le imprimieron aquellos soñadores provincianos -como L. Velasco Aragón, J.G. Cosio, L.E. Valcarcel, L.F. Aguilar, U. García, E. Delgado Vivanco, R. Latorre, E. Kallata, C.F Cuadros- que se atrevieron a pensar con cabeza propia. En cambio devinieron a nutrirse -hasta convertirse en tradición- de concepciones importadas, primordialmente de los países del Norte del mundo. La producción intelectual fue decayendo desde 1950, junto con la economía regional, a medida que languidecía también la Universidad Nacional San Antonio Abad[2] sometida a una larga crisis de la cual no acaba de salir.
Las investigaciones sobre antropología, a partir de los 70, fueron abandonando las visiones regionales/peruanas propias para volcarse a indagaciones hechas con los anteojos clericales de las corrientes ideológicas en boga (como el culturalismo, el marxismo, el positivismo, el estructuralismo, entre otras), y seguir las recetas sociales que éstas inspiraban: el dependentismo, el desarrollismo, etc.[3]
En el caso de la ciencia política[4], los (pocos) estudios que se hicieron en Perú hasta los años noventa fueron dominados por las corrientes teóricas modernas, propias de otras sociedades e historias. Éstas, en sí, no son ideologías malintencionadas -por el contrario, es ineludible conocerlas y dominarlas-, pero lamentablemente impusieron la enmarcación nociva del hecho político en sus estrictos puntos de vista, soslayando apreciaciones diferentes y alejándose fantásticamente de la realidad postcolonial.
Las investigaciones sobre ciencias sociales se hicieron desde concepciones importadas, someramente ‘adaptadas’ a la realidad peruana. Fueron elaboradas por intelectuales de instituciones (casi) exclusivamente de Lima (por ej. IEP, DESCO, universidades como la PUCP, San Marcos y Pacífico). Por lo general, los  investigadores capitalinos no conocían de primera mano la realidad regional, e hicieron su trabajo en medio de grandes dificultades, careciendo de perspectivas comparadas que partieran de un punto de vista local.
Haciendo gala de un centralismo ideológico, siguiendo los postulados de aquellas concepciones hegemónicas importadas, o simplemente haciendo nada, la mayor parte de los intelectuales orgánicos de los grupos de poder regional contribuyeron al panorama actual cercano a la decepción: la otrora influyente Revista de la Facultad de Derecho de la UNSAAC fue publicada por última vez hace casi veinte años (o más) y la Revista Universitaria hace quince. Producto de la crisis del sistema universitario y la falta de promoción de la investigación científica, actualmente son raras las publicaciones sobre ciencias sociales o estudios políticos que cumplan criterios académicos aceptables.
Esta noche oscura para el intelecto tiene que ser superada. Hay escasez de investigaciones que produzcan ideas trascendentales, hacen falta indagaciones desde una óptica propia sobre la realidad política, cultural, sobre los problemas de la región y razonando desde ella. Faltan publicaciones que recuperen la prolífica tentación de pensar con cabeza propia, sin prejuicios, sin vergüenza, sobre temas locales, peruanos e internacionales, de tal manera que los aportes teóricos mundiales nos sirvan para avanzar hacia nuestra emancipación. 
Las nuevas investigaciones deben lograr congregar ideas desde la perspectiva local-regional que abonen a un pluralismo ideológico y teórico sobre arte, política y ciencias sociales, abandonando en lo posible las adscripciones proselitistas. Deben hacerse desde una perspectiva profesional no exclusiva de una única doctrina, con la finalidad de incidir en un mejor diseño democrático de las políticas públicas.
Más allá de dirigirse solo hacia un público 'técnico', se debe lograr que las investigaciones puedan ser leídas por la mayor parte de personas. Deberán, por tanto, tratar de problemas regionales concretos de manera sencilla, ocuparse de temas que abarquen a todo el Perú, e incluso temas internacionales, como se tiene dicho, pero tratándolos desde la perspectiva regional. De esta manera, las investigaciones podrán tener presencia e influencia pública. Se trata de comunicar al público medio las ideas y productos del trabajo intelectual.
Una de las tareas aún no emprendidas es el rescate del trabajo integral de los pensadores locales[5], a manera de una historia intelectual regional del siglo XX[6]. Los ejemplos de ímpetu, orientación social, rigurosidad -y la calidad de ‘fiestas del espíritu’- de las antiguas revistas publicadas en Cusco, como ‘La Sierra’, ‘Kuntur’, ‘Kosko’, y otras como el ‘Boletín Titikaka’ (en Puno) y ‘Chirapu’ (en Arequipa) deberían, a día de hoy, ser continuados.





[1] RAMOS NÚÑEZ, Carlos A.; Historia Del Derecho Civil Peruano: Siglos XIX y XX;  Fondo Editorial PUCP, Lima, 2000.
[2] RÉNIQUE, Jose Luis; Los sueños de la Sierra. Cusco en el siglo XX; IEP, Lima 1991. Pág.61.
[3] Puede verse, para una ilustración del cambio de tendencias y objetivos en la investigación antropológica en el Perú el trabajo de: PAJUELO, Ramón; “Imágenes de la Comunidad. Indígenas, campesinos y antropologos en el Perú”; en No hay país más diverso, compendio de antropología peruana; DE GREGORI, Carlos Ivan (Coord.); Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú; Lima 2004. (Págs. 123-179)
[4] Para el caso de la ciencia política puede consultarse: TANAKA, Martin; Los estudios políticos en el Perú: ausencias, desconexión de la realidad y la necesidad de la ciencia política como disciplina; en Revista de Ciencia Política / volumen 25 / nº 1 / 2005 / 222 – 231.
[5] Se puede ver para este fin el trabajo de GUTIERREZ SAMANEZ, Julio A.; “Esbozo cronológico de publicaciones y actividades culturales cusqueñas (1570-1992)”; Revista Crónicas Urbanas Nº 3, Centro Guaman Poma de Ayala. http://cusco-publicaciones.blogspot.com/2010/05/esbozo-cronologico-de-publicaciones-y.html [consultado julio de 2013]
[6] WATSON, Peter; Historia intelectual del siglo XX; Edit. Crítica, Barcelona 2002.